lunes, 27 de noviembre de 2006

No me pidas nunca que vuelva jamás..



A veces, de cualquier sitio surge una reflexión, hasta de un programa de masas como O.T.
Crucé delante del TV. y me paré ante el mensaje que interpretaba la jóven pareja, de un tema de Armando Manzanero.

No, porque tus errores me tienen cansado
porque en nuestra vida ya todo ha pasado
porque no me has dado ni un poco de ti

No, porque con tus besos no encuentro dulzura
porque tus recproches me dan amargura
porque no sentimos lo mismo que ayer

No, porque ya no extraño como antes tu ausencia
porque ya disfruto aun sin tu presencia
ya no queda esencia, del amor de ayer

No, aunque me juraras que mucho has cambiado
para mi lo nuestro ya esta terminado
no me pidas nunca, que vuelva jamas



¿Vale la pena una segunda oportunidad?
Si hay amor si, me direís.
Pero si ya no se siente ni la ausencia ni la presencia..¿A qué seguir?
Hay heridas que ni el tiempo alcanza a cicatrizar.

8 comentarios:

  1. ¿Vale la pena una segunda oportunidad? Todo depende del final de la primera. Si hay amor no es que la respuesta sea un sí comprometido, peleón y lleno de esperanza. Es que si hay amor, si aún continúa presente, aunque sea en forma de rescoldos, estamos todavía ante la primera oportunidad que pide oxígeno para levantarse y volver a brillar de de nuevo.

    En cualquier caso, todos sabemos de esas heridas (sólo el que no lo ha probado no sabe cuánto duelen).

    Claro que hay cicatrices que no llegan a cerrarse. Pero siempre hay formas de apartarlas de la vista, desde el simple maquillaje de una noche hasta el bronceado de temporada -amores de verano-, pasando por la solución más extendida: la cirugía estética.

    El quirófano del corazón emplea siempre la misma técnica. Coloca sobre la cicatriz una piel nueva. Eso sí, es tan fragil como la primera. No es por tanto otra cosa que una cicatriz en potencia.

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  2. Siempre que hablemos de desgarro y cicatrices..habrá un tango.

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  3. Por otro lado, No creo bisturí capaz de remodelar el alma.
    Eso si..siempre nos queda seguir viviendo..con la máscara puesta., como ese pobre fantasma de la opera.

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  4. Y usamos como dice Becquer" la máscara de la sonrisa"
    que no es otra que la tapadera del dolor..


    "Alguna vez la encuentro por el mundo,

    y pasa junto a mí;

    y pasa sonrïéndose, y yo digo:

    - ¿ Cómo puede reír ?



    Luego asoma a mi labio otra sonrisa,

    máscara del dolor,

    y entonces pienso: - Acaso ella se ríe,

    como me río yo.

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  5. Se puede vivir, claro, con la máscara puesta. (En ocasiones son muy útiles, en otras son sencillamante imprescindibles
    -incluídas las de gas-)La gracia está en el lugar en el nos la quitamos. Ser feliz, imagino, es en parte poderse quitar la máscara en compañía de los que quieres y te quieren. Y no asustarte ni asustar con lo que ves o ven.

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  6. Agudicemos el ingenio con máscaras célebres..

    La máscara..divertida e histérica.

    El hombre enmascarado..todo un clásico.

    Y esa conmovedora madre luchando por su hijo: Máscara

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  7. Y, claro, rizando el rizo de la palabra dos imprescindibles:

    Mascarilla (de oxígeno, caerá en caso de despresurización de la cabina)

    ... y Mascarón (de proa. Isla Negra, que feliz y qué lejos estás)

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  8. La máscara que mejor sería no haber encontrado nunca.. por su cúmulo de maldiciones.

    La máscara de hierro...y esos increibles tres mosqueteros de Dumas.

    Y un toque de humor vanal...

    La "mas cara": una trufa blanca por la que se pagan de 3000 a 6000 euros el kilo.

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