martes, 20 de noviembre de 2007

niños...





La Asamblea de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño el 20 de noviembre de 1959 y, exactamente 30 años más tarde, aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño.


Los principales apartados, se resumirían así:

Derechos a la supervivencia: necesidades básicas como el alimento, el abrigo y la protección de salud.




Derechos al desarrollo: como el derecho a la educación, a la cultura, al juego y la libertad de pensamiento, conciencia y religión.




Derechos a la protección: que no sean objeto de abusos, negligencia y explotación, como el derecho al nombre (identidad y nacionalidad)



Derechos a la participación: en las actividades de sus comunidades locales y países, y la libertad de expresión.



Derechos a ser escuchado: que buscan proteger y garantizar su respeto por los demás.



En especial me quedo con esta última ya que me resulta mas llamativa.
En los países desarrollados es fácil cumplir los demás derechos, alimento, educación... pero creo que adolece de este último: derecho a ser escuchado.

Muchas veces las prisas y nuestros propios problemas nos hace pasar por encima de todo volando, nos hace perdernos muchas cosas, que quizá nuestros hijos quieren ( y tienen el derecho ) de comunicarnos.

Me apunto, en este aniversario de la Declaración de los derechos del niño, intentar escucharlos...algo tan sencillo y tan al alcance de nuestra mano.

2 comentarios:

  1. Si son escuchados, probablemente serán gente que escuche a los demás el día de mañana.
    Qué gran avance sería...
    Sigamos soñando.

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  2. Estoy deacuerdo contigo Fernando, que nuestros hijos son una copia de nuestras actitudes y actos.Se ha escrito mucho sobre el tema y lo he comprobado personalmente. Si nosotros lees inculcamos ciertas costumbres las adoptan como propias, por ejemplo, llevar al niño al museo los domingos, enseñarles el arte, leer con ellos, (Que nos vean que nosotros leemos), de inmediato y como por un mecanismo de resorte, querran hacerlo, simplemente porque somos su modelo a seguir, al menos en las primeras edades.

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