martes, 31 de marzo de 2009

Entre mujeres y pinceles.





Vasari, el mas humano de los biógrafos de la época, escribió que el gran Rafael de Urbino, murió de exceso de amores lujuriosos.
Eran sonadas sus noches de aventuras y en una de ellas, unas fiebres o las grandes desmesuras sexuales, términaron con él a los 37 años.
Rafael lo tenía todo: talento extraordinario, noble, bello, de gentil apostura, honrado, modesto, de buenas costumbres, generosos, se hacia amar por cuantos le conocían.


Pero a pesar de sus devaneos, Rafael en cierto modo, fue fiel durante toda su vida a su amante secreta, un amor que le acompañó hasta su muerte, a pesar de que en los últimos momentos ella tuvo que abandonar su casa por su condición de amancebada, en un hogar cristiano, donde finalmente murió el 6 de Abril de 1520.

Dicen que fué la inspiradora de uno de sus mas famosos retratos, la Fornarina, llamada así, al ser hija de un panadero.



Este siempre fue un cuadro con misterio, desde la historia de la perla de su turbante, hasta la suposición de su enfermedad que el pintor fue capaz de retratar .

Cuando Rafael se daba al amor olvidaba todo, incluso sus tareas, así, en una ocasión, estando trabajando en el Palacio de Agustin Ghigi, este tuvo que inventar una estrategia y conseguir mantener a su amada cerca del Palacio, para que el pintor no se dispersara y pudiera acabar al fin la obra.

Dicen que la hermosa Venus que aparece de pie, en una de las bóvedas que pintó, es la amante del pintor.

Rafael tuvo que esquivar las continuas peticiones del cardenal Bernardo Divizio di Bibbiena, de contraer matrimonio con su sobrina.

Así vivió y murió uno de los mas grandes genios de la pintura, eternamente enamoriscado, entre mujeres y pinceles.

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