viernes, 4 de diciembre de 2009

Candados en Triana.




Federico Moccia nunca pudo imaginar cuando escribió su novela “Tengo ganas de ti” la moda que en Roma iba a desatar de enganchar al puente Mílvio "el candado de los enamorados" donde miles de jóvenes parejas acuden a esta construcción del siglo III a. de C. sobre el río Tiber para colgar de las farolas candados con sus nombres y alguna inscripción de amor eterno.

Y muchos dicen, que fueron los jóvenes que disfrutaban de una Erasmus, los que en Sevilla eligieron el puente de Triana, para en sus barrotes comenzar a sellar promesas de amor eterno.
Propósitos de hierro y acero, férrea voluntad de no separarse nunca para lo que el doble juego de llaves, se tiraba para siempre al Río Guadalquivir.



Claro que esto empezó ha convertirse en Hispalis en un problema, además de los que consideraban un atentado estético contra el Puente de Triana, estaba la contaminación y el deterioro del rió, con semejante cargamento de llaves.



El Ayuntamiento decidió el pasado Septiembre taladrar las promesas de hierro de las parejas enamoradas y en largas jornadas limpiaron la baranda de candados unidos huérfanos de llaves que los separaran.



Hoy recorrí Triana, en una dulcisima mañana de cuasiprimavera, allí quedaba algún reincidente, pues se cuenta, que por muchas veces que limpien el puente, a los quince días, vuelven aparecer miles de candados sellando amores frente al Guadalquivir que no saben de estética ni ecologismo.


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