martes, 2 de febrero de 2010

Cipariso o el duelo del ciprés.



Apolo y Cipariso.



...Pues sagrado para las ninfas que poseen de la Cartea los campos,
un ingente ciervo había, y con sus cuernos, ampliamente manifiestos,
él a su propia cabeza altas se ofrecía sus sombras;
sus cuernos fulgían de oro, y bajando a sus espaldillas,
colgaban enjoyados collares en su torneado cuello;
una borla sobre su frente, argentina, con pequeñas cinchas
atada se le movía, y de pareja edad, brillaban
desde sus gemelas orejas alrededor de sus cóncavas sienes, unas perlas.

Y él, de miedo libre y depuesto su natural
temor, frecuentar las casas y ofrecer para acariciar su cuello,
a cualesquiera desconocidas manos, acostumbraba.
Pero, aun así, antes que a otros, oh el más bello de las gentes de Ceos,
grato te era, Cipariso, a ti. Tú hasta los pastos nuevos
a ese ciervo, tú lo llevabas del líquido manantial hasta su onda,
tú ora le tejías variegadas por sus cuernos unas flores,
ahora, cual su jinete, en su espalda sentado para acá y para allá contento
blanda moderabas su boca con purpurinos cabestros.

El calor era, y mediado el día, y del vapor del sol,
cóncavos hervían los brazos del ribereño Cáncer.
Fatigado, en la herbosa tierra depositó su cuerpo
el ciervo, y de la arboleada sombra se llevaba el frío.
A él el muchacho, imprudente, Cipariso, le clavó una jabalina
aguda, y cuando lo vio a él muriendo de la salvaje herida
decidió que él quería morir. Qué consuelos no le dijo Febo
y cúanto le advirtió que ligeramente y con relación a su motivo
se doliera. Gime él, aun así, y de presente supremo
1esto pide de los altísimos, que luto él sintiera en todo tiempo.
Y ya agotada su sangre por los inmensos llantos
hacia un verde color empezaron a tornarse sus miembros
y los que ahora poco de su nívea frente colgaban, sus cabellos,
a volverse una erizada melena y, asumida una rigidez,
a contemplar, estrellado, con su grácil copa el cielo.

Gimió hondo y triste el dios: “Luto serás para nos,
y luto serán para ti otros, y asistirás a los dolientes”...







Este mito se encuentra en el libro décimo de las metamorfosis de Ovidio, siendo este que os dejo, el texto original; pero como suele suceder en mitología, hay bastantes variaciones y reinterpretaciones mas.

En este mismo libro, encontramos la mas popular historia de Orfeo y Eurídice, por la que otro día pasearemos.

Orfeo paseando por el bosque, contempla la transformación de Cipariso en ciprés.


En el mundo del arte, es frecuente que comparta protagonismo con Orfeo o Apolo y hay mas material en grabados que en grandes lienzos.
Aunque es sin duda digna de mención, la representación escultórica que dormita semiabandonada en la frondosidad del Forest Glen Seminary, una escuela abandonada para chicas en Silver Springs, Maryland, EE.UU.

Un paseo por Flickr.

Si investigamos sobre el joven Cipariso, enseguida lo encontraremos relacionado con el dios Apolo, al que se dice que pidió ayuda para morir, al ver que por su torpeza y su inexperiencia, había acabado con la vida del ciervo que tanto amaba.
Apolo, asombrado por su belleza y de seguro enamorado del joven, le liberó de tal dolor convirtiéndole en ciprés, para que acompañara en los cementerios el duelo de los vivos y el recuerdo de los muertos.

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