martes, 6 de marzo de 2012

De los aguijones del amor...



Robar o tomar sin permiso se paga.
Se paga en carne propia, es inevitable.

Poco importa que sea el amor el que nos lleva a cometer esa torpeza.
El placer, el eros, el mismo deseo sexual viene, desde la Antiguedad, marcado con el castigo, lo uno es consecuencia de lo otro.

Quizá por eso Lucas Cranach, en 1529 tomó un poema de Teócrito para su lienzo Cupido quejándose a Venus.


EL LADRÓN DE MIEL

Una abeja maligna picó un día
a Eros que robaba una colmena,
y le picó en la punta de los dedos.
Eros patea, grita, se lamenta,
se sopla las heridas y a Afrodita
mostrando su dolor, llora y se queja
de que por ser tan pequeño y diminuto
produzca unas heridas tan cruentas.




Un desesperado Cupido trata de apartarse las abejas que le han picado por robar un panal de miel. Venus no parece inmutarse, en su pose cortesana junto a las manzanas símbólicas del deseo que cuelgan sobre su cabeza.
Las lecturas del cuadro ven en el una alegoria a las temidas enfermedades venéreas que asolaban Europa en sus guerras continentales,sobretodo la Sifilis.

El uso del amor (robado/prohibido o no) irremediablemente nos condena al pecado o a la enfermedad, esa es la moralina.

Seguirá la maldición picando en las carnes de todos los enamorados, ya sea en el siglo XVI como en el XXI.

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