martes, 10 de diciembre de 2019

...como cuando estás conmigo.



Dos gardenias para ti, no fue Machin, ni Daniel Santos, ni Ibrahim Ferrer, quien la compuso.

Fue la cubana Isolina Carrillo (La Habana, 9/12/1907-21/2/1996), que ya con 10 años había debutado en público en la orquesta de su padre.

A la edad de 10 años Isolina Carrillo hizo su debut ante el público al reemplazar al pianista que tocaba en la orquesta de su padre debido a que se encontraba enfermo. Su presentación fue bien recibida por el público asistente.

Toda su familia estaba involucrada con la música e incluso ella misma estudió en el Conservatorio Municipal de La Habana.

Fue en la década de los años 40 donde se la reconoció como compositora de boleros.

La más famosa, la que tu y yo hemos bailado alguna vez fue Dos Gardenias.

La música y la magia cubana le dio una larga vida, falleciendo a los 89 años.

Hoy un frío día anodino de diciembre, recobro su imagen, sus flores y sus versiones.

Larga vida al bolero Isolina.













martes, 12 de noviembre de 2019

A otras playas te arrastró la marea.




A otras playas te arrastró la marea,
traté de sujetarte, 
con uñas y dientes,
con palabras bonitas, 
con mi vida entera.

A otras playas te arrastró la marea,
fui inútil agarrarte
la yema de tus dedos,
con versos y plegarias,
con lágrimas y duelo.

A otras playas te arrastró la marea,
al final, venció ella,
me quede sola y fría
llorándote en mi orilla,
perdida en las estrellas.


Aprendiz de primavera.
Mi vida por ti.

viernes, 15 de marzo de 2019

Pluma en seda.





Dos alas de paloma:
tus manos.
Aletean mis pechos
pluma en seda,
blancas, firmes y suaves.

Yemas de mariposas
posándose en mi carne,
dando vida a lo muerto,
latido a lo infartado,
primavera a la escarcha
de este invierno terrible.

Dos alas de paloma:
tus manos,
¡Aun las recuerdo vivas!
como si en mí, estuvieran.
(todavía).

Aprendiz de Primavera
(Oleo: Emelie Vernon)

sábado, 2 de marzo de 2019

Vuelo de madrugada.



Esperarte despierta
no  importa 
a qué hora llegues.

Oiré tus pasos
vestiré mis suaves galas
seda y tul, recibirte.

Esperarte despierta
como la novia espera,
temblando nácar.

Dejarás la maleta
yo correré a tus brazos
a acariciar tu pelo.

Esperarte despierta 
sé, que solo en mis sueños.
efímero holograma.

No seré yo
todo esto pasa solo en mi cabeza
la historia es siempre otra.

Aprendiz de Primavera.


Mi vida por ti.

miércoles, 20 de febrero de 2019

(Dios te lo perdone)




Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:

Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
(Alfonsina Storni)


Oleo Jean Francois Lagrenée

lunes, 7 de enero de 2019

El Ángel de la Muerte. Cuento sufi.




Nuestro cuento empieza en una taberna de Bagdad, donde un discípulo de un maestro sufí se encuentra con el ángel de la muerte, que estaba visitando a quienes tenía destinado llevarse con él.

Temiendo ser uno de la lista, el joven decidió abandonar Bagdad e iniciar una larga travesía tratando de alejarse lo suficiente como para evitar encontrarse con él, antes de que venciera el plazo de su permanencia en la tierra.

Cabalgó muchas días, y al llegar a Samarkanda buscó una cueva para ocultarse y permanecer las tres semanas que necesitaba para eludir el fatal encuentro.

En su precario escondite se vio obligado a padecer frío, hambre y sed, avatares que soportó con estoicismo para lograr su objetivo de huir de la muerte.

Una vez pasadas dos semanas, decidió abandonar ese refugio para estar bien seguro de evitar el encuentro, y buscar otro en algún lugar aún más inaccesible que desalentara cualquier intento de persecución.

Durante tres largos días recorrió extensos valles, atravesó ríos e intrincadas selvas y escaló escarpadas montañas hasta que finalmente, en un lugar remoto, casi en la cima de una montaña y al borde de un precipicio, encontró una hendidura disimulada en la piedra que consideró el escondite ideal.

Se acomodó como pudo en el pequeño agujero, contento de haberle casi ganado la batalla al ángel de la muerte, cuando sólo faltaban escasas horas para que se cumpliera el plazo de su permanencia en la tierra.

Ningún ser humano había incursionado alguna vez por esos lugares tan inhóspitos, ni escalado hasta tan elevadas alturas, pero sentía que había valido la pena, porque estaba casi seguro de haber conseguido burlar al destino.

Cansado de su larga travesía y mientras aguardaba que pasaran los minutos, no pudo resistir el sueño y se quedó dormido profundamente.

Pero el peso de su cuerpo, casi al borde del precipicio, fue produciendo lentamente una profunda grieta en la húmeda tierra sobre la que reposaba y al poco tiempo, no pudo evitar desbarrancarse desde semejante altura hasta caer pesadamente al borde de un arroyo, mil metros más abajo, justo a los pies del ángel de la muerte que parecía haberlo estado esperando.

Es inutil huir de tu destino, tarde o tremprano, acaba alcanzándote.


“Cuentos del Sufismo”, selección de Guido Tavani.