lunes, 5 de mayo de 2008

Bastará para sanarme.






Mi señor,
alzo mi voz
rezando a tu recuerdo.

Alabando tu sonrisa
limpia y pura;
lo dulce y misericordioso
de tus besos.

Como mi único dios, ´
venero tu mirada,
la seda de tu pelo,
esbozada en un palmo
de mi mente.


Ídolo nuevo
irreverencia aguda,
te convierto en mi credo
y en mi guia;
lo divino hecho carne
en tus caricias.

Mi oración
ruega la vuelta
del suspiro;
mi impaciencia suplica
ser absuelta,

la penitencia:
esperar siempre
en silencio;
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

Aprendiz de Primavera.

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