...Tiene que ser así: el deseo cautivo, cuando se le da suelta, rompe el muro de la convención y del recato, y por la grieta se evade todo cuanto conservabamos dentro reprimido, y vocea y alborota y disfruta, dejadamente y sin pudor, antes de que se reconstruya el muro de su cárcel.Porque eso somos-lo he sabido muy bien-: una cárcel. yo me he fugado de ella en parte, o mejor diré que estoy en situacion de liberarme de ella, en libertad condicional, porque de veras no me evado mas que cuando estoy abrazada a Yaman y olvidada de mi.
Es probable que eso quiera decir que todavía tengo las rozaduras de las esposas y de los grilletes en las muñecas y tobillos: residuos, resentimientos, ansiedades a los que aun no me atrevo a darles libertad.
Bendito sea el sexo y su desorden, y la pasión que nos desata: ellos nos redimen de nuestros lastres y de nosotros mismos. Aunque también supongo que, si no estuviéramos reducidos a prisión- si fuésemos siempre desenfrenados y procaces-, no gozaríamos tanto con esa libertad provisional a la que aludía, con esa libertad , efímera y compartida, que lleva de la celda común a la unidad común. El ser humano añora cuanto no tiene y se le van los ojos tras lo que está distante o ha perdido...
Podéis dar calidez, a esta fría noche de diciembre, si continuáis leyendo La pasión turca de Antonio Gala, de donde he seleccionado este párrafo.
El oleo es: Haifa, de Léon François Comerre.
Seanmé felices.
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