Abelard and Heloise.Edmund Blair Leighton
Pedro Abelardo nació en la villa fortificada de Le Pallet,(Bretaña).Una vez que se translada a París, allí se hace un gran estudioso de retórica, gramática, dialéctica,aritmética, geometría, astronomía y música.
Hombre erudito, filósofo y docente, Abelardo se dedicó también a la música, componiendo en lenguaje sencillo y usando lengua romance canciones que enamoraba extraordinariamente a las damas.
Cuando rondaba los 40 años, Abelardo conoció a Fulberto, canónigo de la Catedral de París, el cual tenía una hermosa sobrina de 16 años, llamada Eloisa, a la que muy pronto, encomienda a Abelardo para que la instruya y la sirva de tutor.
Pero el amor surge apasionado entre ambos y lo que por parte de Eloisa, es inicial admiración intelectual hacia su maestro, se torna en deseo y enamoramiento común, como describe el propio Abelardo:
«...Los libros permanecían abiertos, pero el amor más que la lectura era el tema de nuestros diálogos, intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos se dirigían con más frecuencia a sus senos que a los libros.>>
Durante un tiempo mantienen su relación en secreto.Pero el escándalo se desata al saberse que Eloísa espera un hijo, que sería llamado Astrolabio.
Eloisa y Abelardo sorprendidos por Fulberto.Jean Vignaud.
A pesar de que ambos se casan en secreto, Fulberto, el tio de la joven siente que su honor ha sido amancillado y contrata a un cirujano y otros criados y entrando en el cuarto de Alberto, lo castran huyendo después.
Abelardo, humillado, se esconde durante un tiempo en Saint-Denis como monje, y manda a Eloísa hacerse monja en Argenteuil.
Nunca más volvieron a verse, nunca mas a acariciarse o tocarse, solo les quedó el consuelo de la escritura de sus cartas, la sutil forma de amarse a traves de la palabra escrita, una forma de amar, que puede ser tan intensa o mas que la relación física.
Son así las cartas de amor de Abelardo y Eloisa, un testimonio del amor vivido en la distancia, un amor que duró hasta el fin de sus días, desde el reclutamiento de la vida monacal y el recuerdo de las pasiones vividas.
Sabes con que inocencia te encontré
Cuando el amor se me acercó en el nombre de la amistad;
Mi imaginación te formó como un ángel,
Las emanaciones te tu mente hermosa.
Aquellos ojos risueños, todos los días
Brillaron con la dulzura del día celestial.
Sin culpa te miré; el cielo escuchaba mientras cantabas;
Y verdades divinas salieron de aquella lengua.
De labios como estos, qué ideas no podían conmoverme?
Demasiado pronto me enseñaron que no era pecado amar.
Corrí por los senderos de sentidos atrayentes,
Ni un ángel quiso tanto como yo amé a un hombre.
Apagados y remotos son los gozos de los santos;
No los envidio, que por ti perdería el cielo.
Carta de Eloisa a Abelardo.
Mujer leyendo las cartas de Eloisa y Abelardo.Auguste Bernard d'Agesci
Cosas de la pasión...
ResponderEliminarQuod erat demostrandum.
Qué hermosa historia! Había oído hablar de Abelardo; pero no me acerqué a él hasta ahora.
ResponderEliminarEs un blog muy bonito el que creaste. La perfecta unión de pintura, relato y poesía. Muchísimas gracias.