Tal vez sería mejor que no volvieras
quizás sería mejor que me olvidaras
Volver es empezar a atormentarnos
a querernos para odiarnos
sin principio ni final
Nos hemos hecho tanto, tanto daño
que amor entre nosotros, es martirio
jamás quiso llegar el desengaño
ni el olvido, ni el delirio
seguiremos siempre igual
Cariño como el nuestro es un castigo
que se lleva en el alma hasta la muerte
mi suerte necesita de tu suerte
y tú me necesitas mucho más
Por eso no habrá nunca despedida
ni paz alguna habrá de consolarnos
El paso del dolor, ha de encontrarnos
de rodillas en la vida
frente a frente... y nada más
El Universo Almodóvar.
Las vi todas.
Me gustaron todas.
En todas encontré algún matiz, una sentencia, mil cambios cromáticos, mil coyunturas inimaginables y a veces-reales y cotidianas-.
"Fotogramas coloristas bañados en sonrisas y llantos."
Me quedo con un bolero: Encadenados. Y una reflexión de Entre tinieblas:
Entre las ironías y situaciones surrealistas:
" la amarga realidad de amar sin ser correspondido."
HACIA LA SOLEDAD
ResponderEliminarPrimero hubo juego y dicha,
y yo era tan hombre como
sólo puede serlo un niño.
Luego vinieron el goce
y el dolor purísimos,
rigurosamente contabilizados
en el ábaco inflexible
del teatro de la vida.
Pocas veces resistí ante
un cabello negro, breve cintura,
cuerpo luengo y perfil sin rectas.
Más bien, ninguna:
al bisel de mi deseo
consentí toda capitulación.
Alguna se enamoró de mis ojos
porque creyó que ellos la tocarían
(pero no fueron mis ojos).
Hubo aún un tiempo
en que la piel ceñía,
digna, hueso y carne,
y la mirada escudriñaba vanidosa
cada palmo de sí misma
en el espejo deforme
que eludía las fechas.
Era cuando reventaba el ánimo,
en ocasiones,
y se esparcía en mil pedazos aherrumbrados
que luego, hipócritas, se reconciliaban.
Alguna vez,
a la sombra,
en las horas
de la tarde,
cuando las ramas que nos cubrían
horadaba alguna luz,
la tomé con cariño
e incliné con ella hacia ti
mi afecto desvariado.
Llegó un día en que
la brisa terca de la memoria
sólo refrescaba lamentos.
Apenas llenaban los desaciertos
las fracturas del olvido
y las dulzuras yacían
inhumadas en el rellano
de la pasión incierta.
Ahora maldigo:
por todas las veces que desoí
tus nostalgias,
amarilleadas día tras día, paso a paso.
Por todas las veces que no permití
el reposo de tus labios
en las aristas de mis llagas,
y esperé, temerario,
en el jardín de las edades.
Por todas las veces que esgrimí
el vapor frío de mi aliento,
al acercarte tú, hechizada de invierno
pero cálida de estío.
Aunque te digo:
merecí no haberte amado cien veces,
pero sí una, al menos.
Lloro lágrimas enormes
colgadas de los ojos
con garfios de hierro:
nacerá el alba
y nadie le arrimará
una manta de ternura.
Mi alondra viajará sola
y no tendrá regazo a su vuelta.
El soplo arisco
que resbala entre las peñas
será mi último amigo
y tú, mi más torpe verdugo.
Aquí estoy, ahora, a la deriva,
llorándole al mar un abrazo,
mientras me despide un yo lejano
desde la orilla.
Mira al prado, al prado verde,
el prado acicalado
que siempre duerme,
cuya hierba alisa inútilmente el viento.
Y mira al roble:
tienen también los robles malas compañías
y les apuran desde abajo los helechos
y les envidian los rastrojos,
haciendo más penosa su soledad.
Mira al firmamento:
Aldebarán, la gran nube de Magallanes,
las Pléyades y el Centauro.
Cada átomo del universo
nació y morirá solo,
sin espectadores, sin aplauso.
Y así, tú y yo, mi vida.
En la explanada donde las almas
se encuentran frente a frente
mostraremos ufanos nuestras mercancías.
Pero seremos sólo geometría vertical
sin calzada, sin puente,
en eterno estando solos.
O no siendo, eternamente.
A. Hers Escalona, "Tiempo entre dos orillas"