sábado, 4 de noviembre de 2006

Frente a frente...y nada más.




Tal vez sería mejor que no volvieras
quizás sería mejor que me olvidaras
Volver es empezar a atormentarnos
a querernos para odiarnos
sin principio ni final

Nos hemos hecho tanto, tanto daño
que amor entre nosotros, es martirio
jamás quiso llegar el desengaño
ni el olvido, ni el delirio
seguiremos siempre igual

Cariño como el nuestro es un castigo
que se lleva en el alma hasta la muerte
mi suerte necesita de tu suerte
y tú me necesitas mucho más

Por eso no habrá nunca despedida
ni paz alguna habrá de consolarnos
El paso del dolor, ha de encontrarnos
de rodillas en la vida
frente a frente... y nada más



El Universo Almodóvar.



Las vi todas.
Me gustaron todas.
En todas encontré algún matiz, una sentencia, mil cambios cromáticos, mil coyunturas inimaginables y a veces-reales y cotidianas-.
"Fotogramas coloristas bañados en sonrisas y llantos."
Me quedo con un bolero: Encadenados. Y una reflexión de Entre tinieblas:
Entre las ironías y situaciones surrealistas:


" la amarga realidad de amar sin ser correspondido."

1 comentario:

  1. HACIA LA SOLEDAD

    Primero hubo juego y dicha,
    y yo era tan hombre como
    sólo puede serlo un niño.

    Luego vinieron el goce
    y el dolor purísimos,
    rigurosamente contabilizados
    en el ábaco inflexible
    del teatro de la vida.
    Pocas veces resistí ante
    un cabello negro, breve cintura,
    cuerpo luengo y perfil sin rectas.
    Más bien, ninguna:
    al bisel de mi deseo
    consentí toda capitulación.
    Alguna se enamoró de mis ojos
    porque creyó que ellos la tocarían
    (pero no fueron mis ojos).

    Hubo aún un tiempo
    en que la piel ceñía,
    digna, hueso y carne,
    y la mirada escudriñaba vanidosa
    cada palmo de sí misma
    en el espejo deforme
    que eludía las fechas.
    Era cuando reventaba el ánimo,
    en ocasiones,
    y se esparcía en mil pedazos aherrumbrados
    que luego, hipócritas, se reconciliaban.
    Alguna vez,
    a la sombra,
    en las horas
    de la tarde,
    cuando las ramas que nos cubrían
    horadaba alguna luz,
    la tomé con cariño
    e incliné con ella hacia ti
    mi afecto desvariado.

    Llegó un día en que
    la brisa terca de la memoria
    sólo refrescaba lamentos.
    Apenas llenaban los desaciertos
    las fracturas del olvido
    y las dulzuras yacían
    inhumadas en el rellano
    de la pasión incierta.

    Ahora maldigo:
    por todas las veces que desoí
    tus nostalgias,
    amarilleadas día tras día, paso a paso.
    Por todas las veces que no permití
    el reposo de tus labios
    en las aristas de mis llagas,
    y esperé, temerario,
    en el jardín de las edades.
    Por todas las veces que esgrimí
    el vapor frío de mi aliento,
    al acercarte tú, hechizada de invierno
    pero cálida de estío.

    Aunque te digo:
    merecí no haberte amado cien veces,
    pero sí una, al menos.

    Lloro lágrimas enormes
    colgadas de los ojos
    con garfios de hierro:
    nacerá el alba
    y nadie le arrimará
    una manta de ternura.
    Mi alondra viajará sola
    y no tendrá regazo a su vuelta.
    El soplo arisco
    que resbala entre las peñas
    será mi último amigo
    y tú, mi más torpe verdugo.

    Aquí estoy, ahora, a la deriva,
    llorándole al mar un abrazo,
    mientras me despide un yo lejano
    desde la orilla.

    Mira al prado, al prado verde,
    el prado acicalado
    que siempre duerme,
    cuya hierba alisa inútilmente el viento.
    Y mira al roble:
    tienen también los robles malas compañías
    y les apuran desde abajo los helechos
    y les envidian los rastrojos,
    haciendo más penosa su soledad.
    Mira al firmamento:
    Aldebarán, la gran nube de Magallanes,
    las Pléyades y el Centauro.
    Cada átomo del universo
    nació y morirá solo,
    sin espectadores, sin aplauso.
    Y así, tú y yo, mi vida.

    En la explanada donde las almas
    se encuentran frente a frente
    mostraremos ufanos nuestras mercancías.
    Pero seremos sólo geometría vertical
    sin calzada, sin puente,
    en eterno estando solos.

    O no siendo, eternamente.


    A. Hers Escalona, "Tiempo entre dos orillas"

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