lunes, 8 de septiembre de 2008
Siempre se acaba en Bécquer...
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma,
¡y entonces comprendí por qué se llora!
¡y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor... con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
Gustavo Adolfo Bécquer.
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sí duele, sí
ResponderEliminarbs
Es que marca desde la juventud; casi desde la infancia, en algunos casos.
ResponderEliminarY siempre se vuelve a los orígenes.
¡don Fernando! cada vez que le veo, la culpa se apodera de mi! se que le debo una lectura de sus maravillosas gymo..pero con estos compromisos politicos y la vuelta al cole! tendre que esperar mejor ocasión.
ResponderEliminarPero no se apure, tambien he dejado plantado sin acabar de leer al señor Murakami..jeje
un beso
Seguro que Murakami lo lleva mucho peor ;D
ResponderEliminarYo no tengo ninguna prisa; al contrario, cuanto más tarden mis lectoras, más tiempo se mantiene vivo el libro.
Un beso.
Gracias amigo, te aseguro que lo he postpuesto, porque quiero leerlo bien, tranquila y meditada...un beso.
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