



Las mujeres de David Graux llevan medias blancas.
Recostadas, parecen haber perdido la noción del tiempo, flotando en un espacio que no es el suyo y en un escenario prestado.
La nada es su hábitat y en ella dejan pasar los días, como seres inertes sin futuro ni proyectos.
Medias blancas y esperanzas rotas.
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