— Se puede aprender a jugar mirando por una ventana. Pero no sólo aprender. Se puede jugar.
Puso cara de misterio. Se paró en la fachada de Correos, apoyado en la columna que partía en dos la entrada, como un ajimez, y siguió hablando.
— Yo jugaba así en los agustinos, calculaba con el juego de los otros, hasta que me di cuenta de que realmente jugaba porque hacían las cosas que yo pensaba.
La media distancia. Alejandro Gándara (1984).
Cuando se juega siempre se prevee el movimiento del otro y... si te fijas hay quienes juegan pegándose a la mesa y observando la partida desde la lectura de las cartas ocultas de los jugadores.
ResponderEliminarSolo los muy observadores y los muy inteligentes juegan anticipándose al movimiento del otro.
ResponderEliminarY en el mundo de los niños, pasar el recreo solo no me resulta nada extraño.
Cuando era niña, no sabia jugar al balón, ni saltar la comba o la goma,- como las demas niñas de mi edad- por lo que me considero, que fui una niña de recreos solitarios.
No me asomé a ninguna ventana, pero me sentaba en el bosquecillo y ponia nombres a las plantas...y hasta hablaba con ellas.
No me sentí por ello nunca un bicho raro, sino, un ser privilegiado, que tenia la oportunidad de vivir mis historias y la capacidad de imaginar e inventar a mi antojo.