Parece que le he tomado gusto a recuperar las melodias rusas que oia de niña, en un viejo tocadiscos de mi padre.
Del todo olvidé ese escaso mes, que me dediqué en la Escuela Oficial de Idiomas, de la calle Jesús Maestro, a intentar aprender ruso. Finalmente, no pude seguir el trepidante ritmo de sus declinaciones, no por falta de interés, sino porque otras ocupaciones me hicieron imposible tal concentración.
Eso si, todavia recuerdo el alfabeto y alguna que otra frasecilla.
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