Ven, déjame,
que no queden márgenes entre tu cuerpo perfecto y mis manos,
que pierda el control con tus superficies trémulas,
único horario esclavo al que consagro cada segundo.
Ven y deja que me envenene contigo,
satisfecho por la cicuta jugo de tus pupilas sorprendidas.
Ven y deja que venere el grito desenrollado
Que mi laringe hace arrancar a tu vientre,
que ese instante sea lastre suficiente para el resto de mis días.
Ven este jueves por la madrugada,
o ven mañana.
Ven cualquier día o ven siempre.
Pero ven.
Octavio Goméz Milian.
Foto:Manuel Schaeffer
No hay comentarios:
Publicar un comentario