Corría el final de los ochenta, por alguna calle del céntrico Madrid, la lluvia no era impedimento para ver la acera llena de gente que -se bebía la noche-.
La constante entrada y salida a pequeños garitos, con músicas atronadoras y el soplo de aire fresco que devolvia la madrugada.
La gente reia y bailaba, cantaba y trasnochaba.
Sonaba cien gaviotas...
Foto:Jon R. Vermilye
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